Escrito por Joseph Prince
“¿Quién te crees que eres?” “¿No recuerdas cómo le gritaste a tu esposa esta mañana? ¿Por qué debería Dios darte favor para tu importante presentación en la oficina hoy?” “Mira cuán fácil pierdes la calma conduciendo. ¿Cómo puedes tener la pretensión de esperar que te sucedan cosas buenas?” “¿Tú te llamas cristiano?
¿Cuándo fue la última vez que leíste la Biblia? ¿Qué has hecho para Dios? ¿Por qué debería Dios sanar a tu hijo?” ¿Te parecen estas acusaciones terriblemente familiares? Ahora bien, la forma en que respondas a esa voz acusadora mostrará lo que realmente crees. Esa es la prueba determinante de lo que crees. ¡Este es el momento de la verdad! Una persona puede pensar: “Sí, tienes razón. Yo no merezco esto. ¿Cómo puedo esperar el favor de Dios en mí para la presentación que debo hacer en la oficina cuando fui tan duro con mi mujer esta mañana?” Esa es la respuesta de alguien que cree que necesita ganarse su propia justicia y lugar de aceptación delante de Dios. Esa persona cree que puede esperar de Dios el bien sólo cuando su conducta sea buena y su propia lista de verificación de requisitos impuestos por él mismo se cumpla al máximo.
Probablemente entre en su oficina como un torbellino, todavía ardiendo de cólera con su esposa. Lo peor de todo es que se siente aislado de la presencia de Jesús a causa de su enojo y piensa que no es digno de solicitar el favor de Dios para su presentación. Entra a la sala de reuniones desaliñado y desorganizado. Se olvida de sus puntos y habla torpemente, haciendo que su compañía pierda esa cuenta tan importante. Sus jefes se decepcionan de él y le dan una enorme reprimenda. Frustrado y avergonzado, se dirige a casa como un loco, sonando la bocina a cada automóvil que no se mueva al instante que el semáforo cambia a verde. Cuando llega a casa, se molesta con su esposa porque le echa la culpa por ponerlo de mal humor por la mañana, por su terrible presentación y por la pérdida de la cuenta principal. ¡Todo es por culpa de ella! Ahora, observa la diferencia si esa persona piensa: “Sí, tienes razón. No merezco tener el favor de Dios en absoluto porque perdí los estribos con mi mujer esta mañana. Pero, ¿sabes qué? Yo no estoy mirando lo que me merezco. Veo lo que Jesús se merece. Incluso ahora, Cristo, te doy gracias porque me ves perfectamente justo. Debido a la cruz y a tu sacrificio perfecto, puedo esperar el favor inmerecido de Dios en mi presentación. Cada uno de mis defectos, aun el tono que utilice esta mañana, está cubierto por tu justicia. Puedo esperar algo bueno, no porque yo sea bueno, sino porque ¡Tú lo eres! ¡Amén!”.
¿Ves la asombrosa diferencia? Esa persona está establecida sobre la justicia de Jesús y no en su actuar correctamente ni en su buen comportamiento. Va a trabajar dependiendo del favor inmerecido de Jesús, tiene éxito en la presentación y gana una cuenta importante para su empresa. Sus jefes están impresionados por su rendimiento y lo anotan para la próxima ronda de promociones. Él conduce a casa con paz y gozo, sintiendo el amor y el favor del Padre. En consecuencia, es más paciente con los demás conductores.
Ahora bien, ¿significa eso que esconde todos sus defectos y se hace el desentendido? ¡De ninguna manera! Este hombre, plenamente consciente de que el Señor está con él, encontrará la fortaleza en Cristo para pedir disculpas a su mujer por el tono que usó con en ella. Como ves, un corazón que ha sido tocado por el favor inmerecido no puede mantenerse con falta de perdón, ira y amargura. ¿Cuál de las narraciones anteriores muestran la verdadera santidad? Por supuesto, la segunda. El depender del favor de Dios resulta en una vida de santidad práctica. ¡Creer correctamente siempre conduce a vivir correctamente!
Oración de hoy
Padre, establéceme en la justicia de Cristo para que pueda responder con gracia cuando llegue el momento de la verdad. Aun cuando sé que he fallado, decido verme como tú me ves, en la justicia de Jesús, y espero que tu favor inmerecido trabaje por mí a pesar de mis fracasos. Gracias por el don de la justicia, que me hace reinar sobre todo en mi vida.
Pensamiento de hoy
El depender del favor de Dios y experimentarlo conduce a una santidad práctica.
- Tomado del libro 100 días favor por Joseph Prince. Publicado por Casa Creación. Usado con permiso.
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