No hace mucho tiempo hable con un hermano que no veía hace bastante tiempo. Antes, cuando lo conocía, era un hermano lleno de motivación y de alegría, y dispuesto para hacer lo que fuera para Dios. No le gustaba estar sentado en un banco, no era cristiano de domingos o de solo cultos, sus oraciones no eran discursos para la audiencia, eran verdaderamente comunicaciones con Dios. Tanto el como su familia llevan muchos años siguiendo a Jesucristo.
En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él. Eclesiastés 7:14
... que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto. Isaías 45:7
Su semblante cuando lo vi, a pesar que esbozó una sonrisa, me pareció lleno de tristeza. Al mirarlo mejor, pensé que quizás era el tiempo, los años, que habían marcado tanto su rostro como su pelo, así como sus movimientos, pero después de esa inspección rápida me convencí que no era eso, había una cierta tristeza en su mirada, en su sonrisa, en su semblante...
Comenzamos a hablar en general de nuestras vidas, llenas de luces y sombras, pero no tardó mucho tiempo en surgir de su boca, como buscando donde asir sus palabras, unas frases que comenzaban a indicar que no me había equivocado, que la vida de este hermano, fiel en su ministerio, había sido herida.
Bueno, Dios nos ha dicho claramente que debemos de colocarnos una armadura para poder resistir...
También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. 2ª Timoteo 3:1
Cuando seguimos leyendo, nos damos cuenta que se trataba de "enemigos" cercanos, que se necesitaba un especial discernimiento para localizarlos y localizar su error, quizás algunos con toda su buena voluntad, a raíz de lo que escuché, pensando que así servían mejor a Dios, acusando a este hermano que el no estaba sirviendo correctamente al Señor...
... y los enemigos del hombre serán los de su casa. Mateo 10:36
Y cuántos de nosotros hemos escogido la casa del Señor para que sea nuestra casa...Mi querido hermano había escogido la casa de Dios, sus hermanos y hermanas en Cristo como los amigos, los de su lado, los de su mismo camino...y había sido decepcionado, herido, mutilado, vilipendiado, apartado...
Sentí cierta empatía con este hermano, trate de quitarle importancia a los sucesos que me narraba y sobre todo traté de enviarle a Jesucristo, en quien podemos confiar sin ningún reparo, haciéndole ver, tratando al menos, que todos fallamos y que el ÚNICO que nunca falla es El, nuestro Salvador, nuestro Señor, y que el mismo dijo que mientras estuviéramos en este mundo TENDRÍAMOS AFLICCIÓN, y que cuando esto ocurriera, confiáramos en El, vencedor de todo defecto y pecado del mundo...
Me dí cuenta entonces de lo frágiles que somos. Dios nos enseña en su Palabra que tratemos a la esposa como "vaso frágil" pero me doy cuenta por este hermano y por mi mismo que soy muy frágil yo también, como copa de cristal que se une en la cuidada estantería, a otras copas, pero las otras caen sobre ella, por algún motivo, y quebrantar su seguridad y confianza, dañan su amor, hieren su autoestima, distancian su hermandad...
Por diversas circunstancias desde ese momento sin pensarlo, sin buscarlo, me he encontrado a hermanos y hermanas que hace tiempo que no veía y otros que sí que veo, en las mismas circunstancias. Y entonces con sinceridad delante de Dios, miro mi corazón, escudriño mi alma y observo que lo mismo me está pasando a mí... y exclamo junto a estos hermano y hermanas: ¿De dónde vendrá mi socorro? Salmo 121:1b
Por eso el salmista escribió que su alma estaba atribulada. Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en angustia; Se han consumido de tristeza mis ojos, mi alma también y mi cuerpo. Salmo 31:9
Todos con el mismo sentir, llegué al lugar del amor, del perdón, de el soportar nos unos a otros, del restaurarnos unos a otros, de la consideración de los demás como superiores a uno mismo, de los dos grandes mandamientos: Amar a Dios sobre todo y al prójimo como a mí mismo...al lugar del olvido, de todas las cosas son nuevas, y ¿me equivoqué?
No es fácil para ellos ni para mí encontrar el equilibrio...Padre, decimos...¡no me siento amado! ¡Huyo!
¡Me escondo! es cierto que el trabajo no es en vano...o me he equivocado...¿tan malo soy? ¿tan malos son mis hermanos? ¿A Quién iré?
En estas auto preguntas llegamos a ese abismo que se podría llamar: Desesperación. Por lo cual ese no es el camino, no es el camino que nos ha enseñado Jesucristo, podría enumerar hechos palpables de su vida, pero me ciño al mas grande de todos, aquel cuando estando en la cruz, maltratado, totalmente inocente, despreciado, apaleado, escarnecido, insultado, considerado como un criminal, acusado injustamente...etc. etc. tuvo el poder y valor de proclamar, de pedir: ¡Padre perdónalos porque no saben lo que hacen!
Y me doy cuenta que a pesar de Tu Palabra, de Tu Espíritu, de mis oraciones, de mis ayunos, de mis estudios, de mis lloros, de mis entregas, de mis actos de rendición ante Ti...todavía hay muchos momentos donde encajo en ese grito tuyo en la cruz...¡no se lo que hago!
E igual que yo, me doy cuenta que aquellos de los que hablaba mi hermano, aquellos que fueron heridores de los hermanos y hermanas, de los que han sido heridores de mi, como ellos y yo de otros...tenemos que nuevamente ir a la cruz y oír y comprender, asimilar en espíritu y en verdad, la expresión que fue proclamada por Ti, mi Señor, Tú que si tenías motivos para dolerte e incluso vengarte, fuiste capaz de, en el peor de los momentos, pedir: ¡Padre perdónalos porque no saben lo que hacen!
Me doy cuenta que no solo en ese momento, en la cruz, tú estabas en un caso único perdonando a los que injustamente estaban realizando una obra de muerte, sino que Tu ejemplo nos lleva a cada uno de los que queremos tener tu mente, ser como Tú, podamos, en los peores momentos, pedir de nuestro heridores: ¡Perdónalos porque no saben lo que hacen! y perdóname a mi porque en tantas ocasiones tampoco he sabido hacer lo que debía.
En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él. Eclesiastés 7:14
... que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto. Isaías 45:7
Su semblante cuando lo vi, a pesar que esbozó una sonrisa, me pareció lleno de tristeza. Al mirarlo mejor, pensé que quizás era el tiempo, los años, que habían marcado tanto su rostro como su pelo, así como sus movimientos, pero después de esa inspección rápida me convencí que no era eso, había una cierta tristeza en su mirada, en su sonrisa, en su semblante...
Comenzamos a hablar en general de nuestras vidas, llenas de luces y sombras, pero no tardó mucho tiempo en surgir de su boca, como buscando donde asir sus palabras, unas frases que comenzaban a indicar que no me había equivocado, que la vida de este hermano, fiel en su ministerio, había sido herida.
Bueno, Dios nos ha dicho claramente que debemos de colocarnos una armadura para poder resistir...
Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Efesios 6:11
Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Efesios 6:13
Pensé, ha bajado su escudo, el escudo de la fe...ha sido herido por el diablo...
Pero me había apresurado en mis conclusiones, no había sido herido por el diablo, tampoco por el mundo, había sido herido por "los de dentro"
También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. 2ª Timoteo 3:1
Cuando seguimos leyendo, nos damos cuenta que se trataba de "enemigos" cercanos, que se necesitaba un especial discernimiento para localizarlos y localizar su error, quizás algunos con toda su buena voluntad, a raíz de lo que escuché, pensando que así servían mejor a Dios, acusando a este hermano que el no estaba sirviendo correctamente al Señor...
... y los enemigos del hombre serán los de su casa. Mateo 10:36
Y cuántos de nosotros hemos escogido la casa del Señor para que sea nuestra casa...Mi querido hermano había escogido la casa de Dios, sus hermanos y hermanas en Cristo como los amigos, los de su lado, los de su mismo camino...y había sido decepcionado, herido, mutilado, vilipendiado, apartado...
Sentí cierta empatía con este hermano, trate de quitarle importancia a los sucesos que me narraba y sobre todo traté de enviarle a Jesucristo, en quien podemos confiar sin ningún reparo, haciéndole ver, tratando al menos, que todos fallamos y que el ÚNICO que nunca falla es El, nuestro Salvador, nuestro Señor, y que el mismo dijo que mientras estuviéramos en este mundo TENDRÍAMOS AFLICCIÓN, y que cuando esto ocurriera, confiáramos en El, vencedor de todo defecto y pecado del mundo...
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. Juan 16:33Me sentí obligado a tratar de ayudar a este hermano, con mi corazón cargado por sensaciones diversas y luchas mías, personales, que luchaban dentro de mi por unirse a esa conversación, en este caso, a la confesión desde lo mas hondo del corazón de este hermano, que no podía soportar su carga, y a través de mi interés, trataba con la mejor de las intenciones, de descargar su alma llena de heridas y dolores recibidos por quien menos esperaba.
Me dí cuenta entonces de lo frágiles que somos. Dios nos enseña en su Palabra que tratemos a la esposa como "vaso frágil" pero me doy cuenta por este hermano y por mi mismo que soy muy frágil yo también, como copa de cristal que se une en la cuidada estantería, a otras copas, pero las otras caen sobre ella, por algún motivo, y quebrantar su seguridad y confianza, dañan su amor, hieren su autoestima, distancian su hermandad...
Por diversas circunstancias desde ese momento sin pensarlo, sin buscarlo, me he encontrado a hermanos y hermanas que hace tiempo que no veía y otros que sí que veo, en las mismas circunstancias. Y entonces con sinceridad delante de Dios, miro mi corazón, escudriño mi alma y observo que lo mismo me está pasando a mí... y exclamo junto a estos hermano y hermanas: ¿De dónde vendrá mi socorro? Salmo 121:1b
Por eso el salmista escribió que su alma estaba atribulada. Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en angustia; Se han consumido de tristeza mis ojos, mi alma también y mi cuerpo. Salmo 31:9
Todos con el mismo sentir, llegué al lugar del amor, del perdón, de el soportar nos unos a otros, del restaurarnos unos a otros, de la consideración de los demás como superiores a uno mismo, de los dos grandes mandamientos: Amar a Dios sobre todo y al prójimo como a mí mismo...al lugar del olvido, de todas las cosas son nuevas, y ¿me equivoqué?
No es fácil para ellos ni para mí encontrar el equilibrio...Padre, decimos...¡no me siento amado! ¡Huyo!
¡Me escondo! es cierto que el trabajo no es en vano...o me he equivocado...¿tan malo soy? ¿tan malos son mis hermanos? ¿A Quién iré?
En estas auto preguntas llegamos a ese abismo que se podría llamar: Desesperación. Por lo cual ese no es el camino, no es el camino que nos ha enseñado Jesucristo, podría enumerar hechos palpables de su vida, pero me ciño al mas grande de todos, aquel cuando estando en la cruz, maltratado, totalmente inocente, despreciado, apaleado, escarnecido, insultado, considerado como un criminal, acusado injustamente...etc. etc. tuvo el poder y valor de proclamar, de pedir: ¡Padre perdónalos porque no saben lo que hacen!
Y me doy cuenta que a pesar de Tu Palabra, de Tu Espíritu, de mis oraciones, de mis ayunos, de mis estudios, de mis lloros, de mis entregas, de mis actos de rendición ante Ti...todavía hay muchos momentos donde encajo en ese grito tuyo en la cruz...¡no se lo que hago!
E igual que yo, me doy cuenta que aquellos de los que hablaba mi hermano, aquellos que fueron heridores de los hermanos y hermanas, de los que han sido heridores de mi, como ellos y yo de otros...tenemos que nuevamente ir a la cruz y oír y comprender, asimilar en espíritu y en verdad, la expresión que fue proclamada por Ti, mi Señor, Tú que si tenías motivos para dolerte e incluso vengarte, fuiste capaz de, en el peor de los momentos, pedir: ¡Padre perdónalos porque no saben lo que hacen!
Me doy cuenta que no solo en ese momento, en la cruz, tú estabas en un caso único perdonando a los que injustamente estaban realizando una obra de muerte, sino que Tu ejemplo nos lleva a cada uno de los que queremos tener tu mente, ser como Tú, podamos, en los peores momentos, pedir de nuestro heridores: ¡Perdónalos porque no saben lo que hacen! y perdóname a mi porque en tantas ocasiones tampoco he sabido hacer lo que debía.
Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes,(A) y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor. 1ª Corintios 13
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