"Pero por la gracia de Dios soy lo que soy" 1 ª Corintios 15:10
Conforme vamos madurando, debemos descubrir y reconocer que la gracia de Dios, si nos rendimos a Dios y le obedecemos, nos hace ser lo que llegamos a ser. Es el proceso de llenarse de humildad y reconocer que lo que seamos, sea lo que sea, de acuerdo a la voluntad de Dios, es gracias a su gracia.
En el versículo arriba mencionado, el apóstol Pablo, hace una defensa de la doctrina de la resurrección de los muertos, ante cualquier error ó ignorancia de la misma, y en el contenido de esa defensa da unas pinceladas de otros contenidos, entre ellos la obra de la gracia de Dios en su propia vida.
El apóstol vivía la gracia de una manera intensa. Vivir la gracia, para él, era vivir a Jesucristo mismo. La vivía intensamente porque antes había vivido intensamente la ley. Muchos de nosotros no hemos vivido bajo la ley y no hemos distinguido su tremenda diferencia, como lo vivió el apóstol Pablo.
Por eso la diferencia en él es notable. La ley la vivió por su esfuerzo, la gracia era un don otorgado de forma gratuita por Dios, y sus resultados eran el resultado bendito de la gracia, no de su esfuerzo, mas bien del esfuerzo de Jesucristo que trajo la "gracia y la verdad".
Es por ello que todo mérito se lo otorga, con verdadera humildad, a la victoriosa gracia de Dios en él. Su esfuerzo dentro de la gracia es un esfuerzo sencillo, comparado con el esfuerzo de vivir bajo la ley.
Demos hoy gracias a Dios por lo que Su gracia ha hecho en nosotros y pidamos la humildad suficiente para reconocerlo.
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