sábado, 24 de marzo de 2012

NO ME DIGAS ADIÓS...

   El día 21 de marzo 2012, a las 11:15 de la mañana, despedimos el cuerpo mortal de Matilde Muro, esposa de Federico Serrano, pastor conmigo en la iglesia. Fue el cierre de una larga y durísima enfermedad que fue minando poco a poco su cuerpo, hasta el fin.
   Digo que fue minando poco a poco su cuerpo, pero no doblegó en ningún momento su fe, su espíritu de lucha, aceptando fuera cual fuera la voluntad del Padre celestial, al que amaba.
   Ahora están con El. Mientras, ha esta mostrándonos el "milagro" de vivir por encima de la muerte, enfrentándose a ella con valentía, sin miedo y con una total confianza en Dios.
   Confiar en Dios, cuando todo va bien, o mas o menos bien, es fácil para cualquiera de nosotros, pero cuando una prueba fuerte llega y como en el caso de Matilde, el diagnóstico medico, indica una enfermedad de muy difícil solución, ya no se trata de obedecer al Señor, se trata de confiar en El, al margen de lo que sea su voluntad, y confiar, a veces, con un silencio absoluto de parte de Dios, de lo que se proponía hacer, teniendo solo la referencia de la Escrituras, a las cuales estuvo muy atenta.
   Los que la queríamos, en la iglesia, en muchos lugares y sobre todo su familia, de acuerdo a nuestra fe, sabíamos que Dios es Todopoderoso y por tanto podía perfectamente sanar su enfermedad, y sabíamos también que El es Soberano y por tanto podía hacer, lo que ahora hemos visto, llamarla a Su Presencia, y sabemos que el es sabio, no se equivoca y lleno de amor, es decir lo que hace no es para dañar, para destruir.
   Compatibilizar estas grandes verdades sobre Dios, es a veces, muy difícil, y aquí es donde viene la prueba de fuego, de la que la Biblia nos habla y cito en 1 Pedro 1:7  "para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo" pues Dios claramente nos invitó a vivir por fe, y fe es tener certeza y convicción de cosas que no vemos, pero que confiamos en Dios, que son.
   Matilde ha pasado la prueba de fuego y, a mi parecer, su nota es muy alta. No se puede fingir fe cuando uno sabe que puede estar muriendo de una enfermedad grave. No se puede aparentar fe, en momentos de esa clase. O se tiene o no se tiene. Matilde la tuvo, confió en Dios, confió en el Dios que se revela en la Biblia como Padre desde el cielo, como Salvador en Jesucristo y como fiel Ayudador en el Espíritu Santo.
   Cuando conocí a Matilde, fue en el año 1974. Recién estaba yo, comenzando a aprender a caminar en la fe de Jesucristo. Me la presentó Federico, entonces su novio. Nos habíamos conocido al trabajar en la misma Empresa. Recuerdo que le hable a Federico del Señor y de todo lo que había hecho y quería por nosotros. Ambos, Federico y Matilde se iban al parque y analizaban en la Biblia todas las cosas.
   Desde la decisión de ellos de entregar su vida al Salvador Jesucristo, han vivido y viven en la fe dada a los creyentes. Pero jamás se me hubiera ocurrido, entonces, imaginar que aquella muchacha de apenas 18 años, iba a ser 38 años después una testigo fiel de la fe en Cristo, de la manera que ella ha sido, junto a Federico y su familia.
   Verdaderamente, recordar esto, hace que el dolor sea mas llevadero. Pues nosotros estuvimos insistiendo ante nuestra Padre celestial, por el milagro de su sanidad, por su total recuperación y el Señor nos ha concedido presenciar el milagro de su confianza en El, a pesar de no recibir la sanidad de su cuerpo. 
    Ella hizo cierto lo que nos dice el salmo 23 "aunque ande en valle de sombra y de muerte, no temeré, por Tú estarás conmigo"
   Si algo le podía inquietar, era no poder seguir haciendo todo lo que ella deseaba hacer en la obra de Dios, como siempre había hecho. No poder hacer lo que siempre hizo en su hogar, para su familia de esta tierra y su familia de la iglesia.
    Pero ahora nos toca a nosotros seguir su ejemplo. Especialmente porque todos estábamos luchando, ayunando alabando y orando por un mismo deseo: Que Dios la sanase. Y al habérsela llevado el Señor y no haberla sanado físicamente, puede quedarnos una sensación de derrota, incluso de malestar contra Dios, por no contestar nuestra oración tal y como deseábamos. Y aquí es donde debemos imitar a Matilde, aceptando, como ella aceptó su enfermedad y con ella, fuera cual fuera su final. Aceptaba plenamente tanto ser sanada, como irse con el Señor.
    Por ello, fue capaz de mantenerse totalmente fiel en su fe, a tal punto, que era capaz de animarnos a aquellos que estábamos alrededor, cuando intuía inquietud o tristeza y fue capaz de preocupase de otros mas que de ella, confianza en su Padre celestial.
    Y ahora nos toca a nosotros permanecer en esa confianza en este Padre celestial, que es Todopoderoso y sabio para hacer lo mejor y lleno de amor, para hacer lo mejor para sus hijos.
   No podemos albergar dudas que ella está en el mejor lugar que alguno de nosotros pueda estar nunca, no podemos permitir ninguna duda al hecho de que el ha decidido lo mejor para Matilde, no podemos permitirnos perder ni una milésima de segundo planteándonos dudas. Estamos en las mejores manos habidas y por haber, las mismas manos en las que estuvo Matilde, las manos de nuestro Padre celestial.
    Era tanta la confianza en que fuera lo que fuera lo que hiciese Dios, en Matilde, estaría bien, que confesaba que si Dios la sanaba muy bien y si no, hasta fue capaz de dar instrucciones a su esposo de lo que habría que hacer en caso que la decisión del Padre, fuera llamarla a su Presencia. Y entre las cosas que dejó fue el deseo que se cantara esta canción, cuyo título usamos en la hoja de su Funeral y en este escrito, se cantó al inicio y al final del mismo y que transcribo a continuación como un deseo hacia ti y hacia mí, como la ultima voluntad de Matilde antes de dormir en el Señor, todo un deseo en el que nos da instrucciones para cómo debemos sentirnos ahora y el deseo de poder reunirnos con ella cuando nos toque, y para ello tenemos que estar preparados delante de Dios, como ella estuvo, aquí va el texto de la canción.



No me digas adiós, sino hasta luego, 
Dios determinó que en el cielo estoy mejor.
No me digas adiós sino hasta luego, 
tuve que partir a un lugar donde no voy a sufrir.
No me digas adiós sino hasta luego, 
no te preocupes más por mí, que en donde estoy, espero por ti.
No me digas adiós sino hasta luego, 
no tengas miedo de morir no tengas miedo, y aunque tenga que alejarme será por un solo momento porque yo estaré esperándote en el cielo…
No me digas adiós, sino hasta luego, 
no tengas miedo de morir, no tengas miedo, y aunque tenga que alejarme será por solo un momento porque yo estaré esperándote en el cielo…
Porque yo estaré esperándote en el cielo con los brazos abiertos en un lugar mejor: en el cielo.

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